
No es difícil imaginar las emociones que año tras año, durante más de tres siglos, sintieron los compañeros de cada promoción el día de su despedida del colegio. Seguramente, muchos hemos experimentado sentimientos y emociones parecidas cuando aquel día tocó nuestras vidas, como si de pronto, algo se desprendiera de nosotros para permanecer entre sus paredes, suspendido en el murmullo de sus galerías ó en los bancos de sus aulas.
Pero no, fue al revés, a poco de andar, descubrimos aquello que nos había cambiado: el Monse se había metido adentro nuestro para siempre, se había convertido en nuestra "segunda casa".